Louis Althusser explicaba hace unos años que los maestros que, en condiciones espantosas, intentan volver contra el sistema y contra las prácticas de que son prisioneros, las pocas armas que puedan hallar en la historia y el saber que ellos “enseñan”, son una especie de héroes. De hecho, la mayoría no tienen siquiera la más remota idea del “trabajo” que el sistema (que los rebasa y aplasta) les obliga a realizar y, peor aún, ponen todo su empeño e ingenio para cumplir con la última directiva. Están tan lejos de imaginárselo, tan preocupados por si el magro salario es suficiente (y si no lo es de todas formas estarán preocupados en que sus hijos -futuros asalariados- coman y se “eduquen”) que contribuyen con su devoción a mantener y alimentar, esta representación ideológica llamada política educativa.
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